viernes, 27 de marzo de 2009

Proverbios.Sabiduría antigua sobre el amor

Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella.
Lucio Anneo Séneca (2 a.C.-65)
No podemos evitar las pasiones, pero si vencerlas.
Lucio Anneo Séneca (2 a.C.-65)
Todo amante es un soldado en guerra.
Ovidio (43-17 a.C.)
Purifica tu corazón antes de permitir que el amor se asiente en él, ya que la miel más dulce se agria en un vaso sucio.
Pitágoras de Samos (582-497 a.C.)
Los corazones duros se vencen con súplicas blandas.
Tiberio (42-37 a.C.)
Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor, si perdonas, perdonarás con amor.
Tácito (55-115)
Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él emana vida.
Salomón (970-931 a.C.)
¿Puede ser por ventura amado el que a nadie ama?
Demócrito de Abdera (460-370 a.C.)
Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos.
San Agustín (354-439)
No hay incendio como la pasión: no hay ningún mal como el odio.
Buda (563-486 a.C.)
Lo que hoy siente tu corazón, mañana lo entenderá tu cabeza.
Anónimo
El corazón es un niño: espera lo que desea.
Proverbio ruso
La gente se arregla todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?
Proverbio chino
Debes tener siempre fría la cabeza, caliente el corazón y larga la mano.
Confucio (551-478 a.C.)
El corazón en paz ve una fiesta en todas las aldeas.
Proverbio hindú
Julio López Saco

Sobre etymologia de Amor

A pesar de la sencillez, aparente, del término amor y sus valencias de sentido, mucho se puede decir al respecto de su origen. Aquí va un adelanto. Según la etimología al uso la palabra amour en francés revela que se trata de un préstamo del provenzal, ya que la evolución fonética regular convirtió el latín amor en ameur, que cedió su paso a una nueva palabra, así como a un nuevo concepto. Los franceses no empezaron a hablar de amor (en el sentido primordial) hasta que recibieron la palabra y la idea de la corte de Provenza (recordemos, patria del amor cortés). En castellano, quizá la palabra tampoco proceda directamente del latín amor, sino que haya llegado también a través del provenzal. El correspondiente verbo amar nunca se ha empleado de modo popular en España, ni en la mayoría de Latinoamérica. Normalmente, los enamorados hispanos expresan su amor con un te quiero más que con un te amo. Un derivado popular de la palabra amor que, muy probablemente, procede del latín, es el que forma parte de la locución por mor de, a causa de algo. En latín, además, la palabra tampoco era autóctona. Proviene de los etruscos y, quizá, se relacione con madre. En español, ambos conceptos se hallan, en numerosas ocasiones, unidos en frases estereotipadas (mi mamá me ama o amor de madre, símbolo este último de amor incondicional). En euskera, por ejemplo, ama significa madre. Totalmente descartables, por falsas y totalmente especulativas, son las teorías etimológicas que refieren amor como a (sin) y mor (muerte), de ahí eternidad (además, la raíz de amor es amos, cuya s final, por rotacismo, se convierte en r, de modo que es la suma del lexema am y el sufijo or, en tanto que a no es un prefijo latino, sino griego), así como la ingeniosa desde la muerte (mori+a, en donde a es desde). Así pues, detrás de la aparente simplicidad del término existe un trasfondo sutil que, sin duda, debe haber influido en el amplio abanico de posibilidades semánticas de la palabra a lo largo del tiempo.
Julio López Saco

jueves, 19 de marzo de 2009

VITA NUOVA I-IV


I
En aquella parte del libro de mi memoria, antes de la cual poco podría leerse, hay una rúbrica que dice: INCIPIT VITA NUOVA . Bajo esta rúbrica encuentro escritas las palabras que es mi intención transcribir en este librito; y si no todas, al menos su sentido.

II
Nueve veces ya de mi nacimiento había el cielo de la luz regresado al mismo punto, según su giro propio , cuando a mis ojos apareció por vez primera la gloriosa dama de mi mente, que fue llamada por muchos Beatriz, los cuales no sabían que se llamara . Ya había ella estado tanto en esta vida, que en su tiempo el cielo estrellado se había movido hacia la parte oriental una de doce partes, cada una de un grado; de tal manera que casi al principio de su año noveno apareció ante mí, y yo la vi casi al fin del mío. Apareció vestida de nobilísimo color, humilde y honesto, color sanguíneo, ceñida y adornada como a su muy joven edad convenía. En aquel momento, digo verazmente, que el espíritu de la vida, que mora en la secretísima cámara del corazón, comenzó a temblar tan fuertemente que horriblemente se mostraba en los mínimos pulsos; y temblando dijo estas palabras: Ecce Deus fortior me, qui veniens dominabitur mihi. En aquel momento, el espíritu del alma, que mora en la cámara alta, a donde todos los espíritus sensitivos llevan sus percepciones, comenzó a maravillarse mucho, y, hablado especialmente a los espíritus de la vista, dijo estas palabras: Apparuit jam beatitudo vestra . En aquel momento, el espíritu natural, que mora en aquella parte donde se administra nuestro alimento, comenzó a llorar, y llorando dijo estas palabras: Heu miser!, quia frequenter impeditus ero deinceps. A partir de entonces digo que Amor señoreó en mi alma, que de inmediato le quedó desposada, y comenzó a ganar en mi tanta firmeza y tanto dominio, por el poder que le otorgaba mi imaginación, que me era preciso satisfacer todos sus deseos cumplidamente. Frecuentemente me mandaba que buscase de ver a este tan joven angelillo: porque yo en mi niñez muchas veces la anduve buscando; y la veía de tan noble y laudable compostura, que en verdad de ella se podría decir aquella palabra del poeta Homero: No parecía hija de hombre mortal, sino de Dios. Y ocurría que su imagen, que siempre estaba conmigo, era audacia de Amor a señorear en mi, bien que era de tan noble virtud que nunca consentía que Amor me gobernara sin el fiel consejo de la razón, en aquellas cosas en las que tal consejo fuera útil de escuchar. Sin embargo dado que insistir en pasiones y actos de tanta juventud podría parecer a alguien charla fabulosa, me alejaré de aquí; y dejando atrás muchas cosas que se podrían traer del ejemplar de donde nacen estas, me volveré a aquellas palabras que están escritas en mi memoria bajo mayores parágrafos.

III Pasados tantos y tantos días que justamente se cumplieron los nueve años siguientes a la aparición arriba descrita de esta gentilísima, en el último de esos días ocurrió que esta admirable dama se me apareció vestida de blanquísimo color, en medio de dos gentiles damas, las cuales eran de mucha mayor edad; y al pasar por una calle volvió los ojos hacia aquella parte donde yo estaba temeroso mucho; y por su inefable cortesía, que hoy es recompensada en el gran siglo , me saludó virtuosamente, y tanto que me pareció entonces vislumbrar los lindes todos de la felicidad. La hora en que me alcanzó su dulcísimo saludo era fijamente la novena de aquel día; y a pesar de que aquella fue la primera vez que sus palabras se movieron para llegar a mis oídos, recibí tanta dulzura que, como embriagado, me partí de la gente, y recurrí al solitario lugar de una recámara mía, y me puse a pensar en esta tantísimo cortés. Y pensando en ella, me sobrecogió un sueño suave en el que se me apareció una maravillosa visión, que me parecía ver en mi recámara una nubecilla de color del fuego, dentro de la cual discernía una figura de un señor, de aspecto pavoroso a quien lo mirara; y se mostraba con tanta alegría en sí mismo, que era cosa admirable; y en sus palabras decía muchas cosas, de las cuales no entendía sino algunas pocas, entre las cuales comprendí estas: Ego Dominus tuus . En sus brazos me parecía ver una persona dormida desnuda, salvo que envuelta me parecía ligeramente en un lienzo de color sanguíneo; la cual mirándola atentamente conocí que era la dama de la salud , la que se había dignado saludarme el día anterior. Y me pareció que él tenía en una de sus manos una cosa inflamada toda en llamas; y me pareció que me decía estas palabras: Vide cor tuum . Y cuando hubo dejado pasar un tiempo, me pareció que despertaba a la que dormía; y tanto se esforzaba con su ingenio que la hacía comer de aquella cosa que en la mano le ardía, y que ella desconfiadamente comía. Después poco tiempo pasó para que su alegría se convirtiera en amarguísimo llanto: y así llorando retomaba a esta dama en sus brazos, y me pareció que con ella se partió hacia el cielo: por donde padecí gran angustia, tanto que mi pobre débil sueño no pudo soportarlo, y se disipó, y me desperté. De inmediato me puse a pensar, y hallé que la hora en que la visión se me había aparecido, era la cuarta de la noche; de tal manera que se ve manifiestamente que era la primera de las nueve últimas de la noche. Pensando en lo que se me había aparecido, me propuse que lo supieran otros muchos que eran trovadores famosos en aquel tiempo; y como fuera que yo ya me había ejercitado por mí mismo el arte de decir palabras con rima, me propuse escribir un soneto, por el cual saludar a todos los fieles de Amor; y rogándoles que juzgaran mi visión, les escribí lo que había visto en mi sueño. Di comienzo entonces a este soneto

A toda alma prisionera y gentil corazón,
a cuya presencia venga el decir presente,
por que me escriban su parecer,
salud en su Señor, es decir Amor.
Ya eran casi terciadas las horas,
del tiempo en que toda estrella está luciente,
cuando aparecióseme Amor súbitamente,
cuyo aspecto recordar me causa horror.
Alegre me parecía Amor, teniendo
mi corazón en la mano, y en sus brazos una
dama, envuelta en un lienzo, dormida;
Después la despertaba, y de este corazón ardiendo
ella espantada humildemente comía,
y después irse lo vi llorando.

Este soneto se divide en dos partes: en la primera saludo y pido respuesta; en la segunda significo a qué se deba responder. La segunda parte comienza en Ya eran. A este soneto contestaron muchos y en diverso sentido; entre los cuales hubo un corresponsal de aquellos que yo llamo amigos míos en primer lugar; y dijo entonces un soneto que comienza: "Vistes a mi parecer todo valor" . Y este fue casi el principio de la amistad entre él y yo, cuando supo que era yo el que se lo había mandado. La idea veraz del dicho sueño no fue percibida entonces por nadie, pero ahora es manifestísima a los más simples.

IV Después de esta visión, comenzó mi espíritu natural a estar impedido en su operación, aunque el alma estaba entregada toda a pensar en esta gentilísima; por donde en poco tiempo vine a parar en condición tan flaca y débil que a muchos amigos les acongojaba el verme: y muchos llenos de envidia se empeñaban en saber aquello que yo quería celar a los demás por completo. Y yo, dándome cuenta del malvado cuestionar a que me sometían, por voluntad de Amor que me regía según el consejo de la razón, les respondía que Amor era quien así me había gobernado. Decía que Amor, porque llevaba en mi rostro tantas de sus señas que no se podía ocultar. Y por eso cuando me preguntaban: ¿A causa de quién te ha destruido así este Amor? , y yo los miraba sonriendo, y nada les decía.




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