lunes, 10 de mayo de 2010

VITA NUOVA VIII-XII


VIII

Partida que fue esta gentil dama, plugo al Señor de los ángeles llamar a su gloria a una joven dama y de muy gentil aspecto, la cual había sido muy agraciada en la dicha ciudad(1); cuyo cuerpo sin alma vi yacer entre muchas damas que lloraban muy piadosamente. Recordándome entonces que la había visto antes en compañía de aquella gentilísima(2), no pude contener algunas lágrimas; y así llorando me propuse decir algunas palabras de su muerte, en compensación de que alguna vez la había visto con mi Dama. De la cual algo referí en la última parte de las palabras que dije, como aparecerá manifiestamente a quien lo entienda: y dije entonces estos dos sonetos, de los cuales el primero comienza: Llorad amantes; y el segundo: Muerte villana.

LLORAD, AMANTES, PORQUE AMOR LLORA,
oyendo cuál razón le hace llorar:
Amor siente a piedad llamar las damas,(3)
mostrando amargo duelo de los ojos fuera;
porque villana muerte en gentil corazón
ha puesto en obra su crueldad,
dejando en ruina lo que el mundo alaba,
a más de honor, en gentil dama.
Oid cuánto honor Amor le hizo:
que yo lo vi con lamentos verdaderos
a la muerta imagen acercarse:
y miraba frecuentemente al cielo,
donde la gentil alma ya era alojada
porque fue dama de tan gaya semblanza

Este primer soneto se divide en tres partes. En la primera llamo y solicito a los fieles de Amor que lloren; y les digo que su señor también llora; y digo que porque oyendo la causa por la cual llora, se pongan a escucharme; en la segunda narro la causa; en la tercera hablo de cierto honor, que Amor hace a esta dama. La segunda parte comienza: Amor siente; la tercera aquí: Oid.

MUERTE VILLANA DE PIEDAD ENEMIGA,
del dolor madre antigua,
juicio incontestable, penoso,
porque has dado material al corazón doliente,
por eso pensativo voy,
de maldecirte la lengua se fatiga.
Y si de gracia te voy hacer mendiga(4),
conviene que yo diga
que ha fracasado todo tu engaño engañoso;
pero no porque a la gente se le oculte,
sino para mover a ira
a quien de ahora en más se alimentará de Amor.
Del siglo ha partido cortesía
y aquello que en dama es alabanza de virtud:
en gaya juventud
has destruido el amoroso encanto.
Más no he de revelar cual dama sea,
por sus propiedades conocidas.
Quien no merece salud(5)
no espere nunca gozar su compañía.

Este soneto se divide en cuatro partes: en la primera llamo a la Muerte por ciertos de sus nombres propios; en la segunda, dirigiéndome a ella, digo la razón que me mueve a maldecirla; en la tercera la vitupero; en la cuarta me pongo a hablar a una indeterminada persona, bien que en mi entendimiento esté determinada. La segunda empieza: Porque has dado; la tercera así: Y si de gracia; la cuarta aquí: Quien no merece.

IX
Pasados unos días de la muerte de esta dama, ocurrió algo que me obligó a partir de la dicha ciudad, y dirigirme a aquella región donde estaba la dama gentil que había sido mi reparo, aunque no estaba tan lejano el término de mi camino cuanto ella estaba(1). Y por más que muchos me acompañaran, y tan bello fuera el panorama, tano me disgustaba el andar que ni los suspiros podían deshacer la angustia que el corazón sentía, pues me estaba alejando de mi felicidad.

Pero entonces el dulcísimo señor, que me dominaba por causa de la gentilísima dama, en mi imaginación apareció como peregrino ligeramente vestido y en ropas viles. Parecíame muy turbado y miraba al suelo, excepto que en aquel momento me parecía que sus ojos se volvían hacia un bello río, saltarín y de aguas clarísimas(2), que corría a lo largo del camino por el que yo andaba. Y me pareció que Amor me llamaba, y me decía estas palabras: "Vengo de aquella dama que fue tanto tiempo tu reparo, y sé que falta mucho para que regrese; y sin embargo aquel sentimiento que hice que tuvieras para con ella, está conmigo, y lo paso a la dama que será tu reparo como estalo era; y me la nombró por el nombre, que yo bien la conozco. Mas sin embargo de estas palabras que te he razonado, si alguna dijeras dila de manera que por ella no se discierna el simulado amor que has mostrado por esta, que te convendrá mostrar a otras". Y dichas estas palabras, desapareció toda esta imaginación súbitamente, a causa de la grandísima parte de sí, como me pareció, que Amor me había dado(3): y como alterado en mi aspecto, cabalgué aquel día muy pensativo, y con muchos suspiros. Al día siguiente, comencé sobre el tema este soneto:

CABALGANDO EL OTRO DÍA EN UN CAMINO,
pensativo a causa de que el andar no me agradaba,
encontré a Amor en medio de la senda,
en ropa ligera, de peregrino.
De aspecto me pareció mezquino,
como si hubiera perdido señoría;
y suspirando pensativo venía,
por no ver la gente,
inclinada la cabeza mirando al suelo.
Cuando me vio, me llamó por el nombre, y me dijo:
"Vengo de lejos donde estaba tu corazón por voluntad mía.
De nuevo lo traigo a servir nuevo placer".
Entonces tomé de él tan gran parte,
que desapareció, sin darme cuenta cómo.

Este soneto tiene tres partes: en la primera digo como encontré a Amor y cual me parecía; en la segunda digo lo que él me dijo, aunque no completamente, por recelo que yo tengo de descubrir mi secreto; en la tercera digo como él desapareció. La segunda comienza aquí: Cuando me vio; la tercera aquí: Entonces tomé.

X
Al regresar, me puse en busca de la dama que mi señor me había nombrado en el camino de los suspiros. Y para que mi decir sea más breve, digo que en poco tiempo la hice reparo mío y tanto, que mucha gente hablaba sobre el tema más allá de los términos de la cortesía(4); por donde muchas veces me pesaba duramente. Y por esta razón, es decir de estas voces de maltrato, que parecían infamarme viciosamente, aquella gentilísima, que fue destructora de todos los vicios y reina de la virtud, al pasar por cierta parte me negó su dulcísimo saludo, en el que estaba toda mi felicidad. Y saliéndome un poco del presente propósito, quiero dar a entender lo que su saludo operaba en mi virtuosamente.

XI
Digo que cuando ella aparecía por alguna parte, por la esperanza de la admirable salud, no me quedaba enemigo alguno, aún más me inundaba un ardor de caridad que me forzaba a perdonar a cualquiera que me hubiera ofendido; y si entonces alguien me hubiera pedido cualquier cosa, mi respuesta habría sido una sola: Amor, con el rostro vestido de humildad.
Y cuando ella estuviera ya cercana a saludar, un espíritu de Amor, destruyendo todos los demás espíritus sensitivos, echaba afuera los debilillos espíritus de la vista, y les decía: Andad y honrad a vuestra dama; y él se quedaba en el lugar de ellos. Y quien hubiera querido conocer a Amor, lo hubiera bastado contemplar el temblor de mis ojos. Y cuando esta gentilísima dama saludaba, no que Amor se interpusiera y pudiera ofuscar con su sombra la intolerable felicidad, sino que, como por exceso de dulzura, Amor se hacía tal que mi cuerpo, que entonces estaba totalmente bajo su dominio, muchas veces se movía como una cosa pesada sin vida.

Así se demuestra cómo en sus saludos obraba mi felicidad, la cual muchas veces traspasaba y excedía mis fuerzas.

XII
Ahora bien, regresando al tema, digo que como mi felicidad me fuera negada me inundó tal dolor que alejándome de la gente, en lugar solitario, me fui a regar la tierra con mis amarguísimas lágrimas: y cuando estuve algo ya colmado de llorar, fui a mi recámara, allí, donde podía lamentarme sin ser oído. Y allí estuve clamando misericordia a la dama de la cortesía, y diciendo Amor, ayuda a tu fiel, me adormecí llorando como criatura zurrada.
Ocurrió que casi a mitad de mi dormir, me pareció ver en mi recámara, sentado junto a mí, un joven vestido de blanquísimas ropas(5) ; y muy pensativo al parecer, miraba donde yo yacía; y cuando me hubo mirado un tanto, me pareció que suspirando me llamaba y me decía estas palabras: Fili mi, tempus est ut praetermittantur simulacra nostra(6) . Entonces me pareció que lo conocía, y que me llamaba así como ya muchas veces en mis sueños me había llamado. Y mirándolo me parecía que lloraba piadosamente, y como que esperaba de mi alguna palabra: por lo cual yo, reafirmado, comencé a hablarle así: Señor de la nobleza, ¿por qué lloras? Y él me decía estas palabras: Ego tanquam centrum circuli, cui simili modo se habent circumferentiae partes: tu autem non sic(7). Entonces pensando en sus palabras me parecía que me había hablado en forma oscura, tanto que me esforzaba en hablarle y decirle estas palabras: ¿Qué pasa, señor, que me hablas con tanta oscuridad? Y él me respondía en lengua vulgar: No pidas más de lo que necesitas. Por donde comencé a reflexionar con él sobre el saludo que me había sido negado, y a preguntarle el motivo; por donde me contestó de la siguiente manera: Esta nuestra Beatriz oyó de cierta persona refiriéndose a ti, que la nombrada dama del camino de los suspiros, recibía de ti algún fastidio. Y por eso esta gentilísima, que se opone a todo fastidio, no se dignó saludar tu persona, temiendo que fuera fastidiosa(8). Así pues, como es bien cierto que tu secreto era de ella algo conocido desde hace mucho tiempo, quiero que digas algunas palabras en rima, entre las que tu incluyas el poder que tengo sobre ti, por causa de ella, y como tú fuiste suyo desde tu misma infancia(9). De ésto pide testimonio a aquel que lo sabe, y cuánto imploras que se lo diga a ella; y yo, que soy aquel, voluntariamente le explicaré; y por eso comprenderá ella tu voluntad, y en entendiéndola, comprenderá las palabras de los engañados(10) . Haz que esta palabras sean un intermediario, de forma que no le hables a ella directamente, que no sería digno. Y no las mandes sin mí a ningún lugar donde pudieran ser oídas por ella; pero haz que una suave armonía las embellezca(11), en la cual yo estaré cuantas veces fuera necesario. Y dichas estas palabras desapareció, y mi sueño se rompió.
Y una vez despierto, entendí que esta visión se me había mostrado en la hora novena del día(12); y una vez salido de la habitación, me propuse escribir una balada, en la cual se cumpliera lo que mi señor me había impuesto, y entonces hice esta balada, Balada quiero que de nuevo:

BALADA, QUIERO QUE DE NUEVO TE REÚNAS CON AMOR,
y con él vayas ante la dama,
para que mi disculpa, que tu cantarás,
se la explique a ella mi señor.
Ve tú, balada, tan cortésmente,
que, aún sin compañía,
habrás de tener siempre osadía:
pero, si quieres ir segura,
encuentra primero a Amor.
Tal vez no sea bueno ir sin él:
porque aquella que ha de oírte,
que, como yo creo, está de mi irritada,
si tú de él no estuvieras acompañada,
seguramente te trataría con desdén.

Cuando estés con ella, con dulce son,(13)
comienza estas palabras,
después de haber rogado piedad:
"¡Dama!, aquel que a ti me manda,
cuando te plazca, quiere,
si tiene excusa, que me escuchéis.
Amor es quien, por vuestra beldad,
lo hace, como suele hacer, cambiar de aspecto.
Por eso, aunque le hizo a otra mirar,
piensa tú que no cambió de corazón."
Dile: " ¡Dama! Su corazón se ha mantenido
con tal firme fidelidad,
que a serviros tiene siempre puesto el pensamiento,
siempre fue vuestro, y nunca ha desfallecido."
Si no te cree,
dile que pregunte a Amor, que conoce la verdad;
y al fin hazle un humilde ruego,
de perdonarlo si le fue gravoso,
que mande por mensajero que yo muera,
que ha de verse obedecida de buen servidor.

Y dile aquel que es de toda piedad la llave,
antes que te apartes,
que le sabrá contar mi razón buena:(14)
"Por gracia de mi canto suave
quédate con ella,
y de tu siervo dile lo que quieras;
y si ella por tu rogar lo perdona,
haz que un buen semblante le anuncie la paz."(15)

Gentil balada mía, cuando te plazca,
ve de tal manera que no te falte el honor(16) .

Esta balada en tres partes se divide: en la primera le digo a donde debe ir, y la reconforto sin embargo para que vaya más segura, y le digo en compañía de quien se ponga si quiere marchar con seguridad y sin peligro alguno; en la segunda le digo lo que le corresponde hacer entender; en la tercera le concedo que vaya cuando quiera, recomendándole que lo haga en los brazos de la fortuna. La segunda parte comienza así: Cuando estés con ella; la tercera: Gentil balada.

Tal vez alguien disienta conmigo, y diga que no sabe porqué mis palabras van en segunda persona(17), dado que mi balada no es otra cosa que las palabras que yo digo; sin embargo digo que tengo la intención de resolver esta duda y declararla en este libro todavía en otra parte más ardua(18), y entenderá el que duda o quien aquí quiere así oponerse.