viernes, 4 de febrero de 2011

“EL ADULTERIO EN LA EDAD MEDIA”

INTRODUCCIÓN

En la época medieval uno de los temas de gran relevancia en la vida social, religiosa y legislativa era el tema del adulterio, al igual que en la literatura poética y narrativa. Enmarcado en la época en la que el amor cortés fue tanto una creación poética, como un ideal social y un código de amor, el amor cortés se regía bajo las premisas de la mesura, servicio, proeza, larga espera, castidad, secreto y gracia, todas estas a través de las cuales permitía al poeta acceder a la alegría y al verdadero amor sin siquiera poseerlo.

Aún cuando con premisas del amor cortés muchos trovadores y poetas logren obtener la dicha que llene invada totalmente su espíritu y alma, la ausencia absoluta de toda satisfacción sexual, la suspensión del goce fálico, designa un límite infranqueable, de aquello que el hombre es privado.

La concepción del el Amor nace en el occidente medieval durante el siglo XII, descansa en la pasión emanada o con equivalente al sufrimiento y la desgracia, tomados como ideales imaginados ó deseados sobre todos los referentes sociales y personales.

A su vez el término amor abarca desde el elemento humano con fuertes connotaciones sexuales hasta amor divino del místico, pasando por la sublimación de lo erótico: pero también comprende todos los demás impulsos positivos y negativos de la conducta humana: si, es a la vez el fundamento esencial de las fuerzas que mueven el cosmos y de las que engendran todas las riquezas formales de la naturaleza humana

La construcción del fin amor descansa en dos ámbitos, por un lado toma paradójicamente elementos reales de la moral feudal: fidelidad, vasallaje, lealtad, etc. y por el otro, descansa en una red simbólica: cada elemento se sostiene de imágenes, aspiraciones y deseos que llevan una ficcionalización deliberada y cuyo significante está medianamente codificado por lo que dan una interpretación abierta o que incluso no pueden tener conciencia de sí.

El amor cortés propuso una fidelidad independiente del matrimonio, se fundamentó únicamente en el amor, su oposición simbólica puede explicarse con la existencia del marido (obstáculo para el adulterio) sin éste no habría amor y existe puerta abierta al matrimonio, lo que implicaría negar la pasión y unirse a lo que por esa misma acción deja ya de ser.

Durante los siglos XII y XIII el amor cortés lleva un ideal esencialmente negativo, de deseo resentido y de tono trágico total; el propósito es la insatisfacción del amor como creación de un contenido erótico sin renunciar a todo nexo con la mujer, es un ideal de incontinencia. Dentro de estos dos primeros siglos, el amor fue el equivalente al apetito sexual y el amor cortés fue su idealización, su freno radicó en el cuerpo femenino, el cual será atentamente vigilado en el espacio público y privado, pues anteriormente pertenecía a su padre y ahora es depositario del honor de su marido.

Estilizar el amor fue una necesidad social, se procuró dotarle de características enaltecidas y aunque la Iglesia pretendió reprimirle dando un cuerpo moral al pueblo, la aristocracia se mueve a partir de la cortesía para elaborar sus normas de conducta. Esta cortesía está presente en la poesía de trovadores, se basa en las leys d’ amors, era acompañada por la música; el poeta recurría al artificio de combinar su voz con la música para seducir los oídos de la dama. Sus cantos exaltaban un amor noble y refinado contrapuesto a lo burdo de la copulación y la reproducción. Su ideal era tanto una ascética como una estética. Había tanto la aspiración de ascender espiritualmente al contacto con el objeto amoroso como la idea de hacer una obra de arte de las relaciones amorosas, exaltando el deseo carnal fuera del matrimonio, sus virtudes son la humildad, lealtad, respeto y fidelidad.

Por otro lado, la iglesia prohibió la expresión abierta del deseo sexual, pero la noción medieval del amor cortés sugirió que el amor y la admiración podrían existir en alguna parte entre el deseo erótico y el logro espiritual.

. La fidelidad cortés se oponía al matrimonio y a la satisfacción del amor, dejando en suspenso la realización efectiva de aquél. Por otro lado, el amor cortés es refinado, cosa sublime y muestra por contraste la distinción entre corte y villa, en tanto el amor villano es supuestamente cópula y procreación. Surge así una nueva concepción de fidelidad, independiente del matrimonio legal y fundado sólo en el amor.


Las invocaciones del trovador se dirigen casi siempre a una mujer casada; característica singular de la literatura del amor cortés. Se considera que entre el amor y el matrimonio las relaciones entre los esposos no pueden ser corteses, puesto que en virtud del débito matrimonial, la esposa ya no resulta inaccesible. Además, el amor matrimonial resulta aburrido y monótono, mientras la relación cortés busca la variación.

Se han formulado diversas causas para explicar la idealización del amor adúltero o extramatrimonial. En primer lugar, en el sustrato de la sociedad feudal el matrimonio solía realizarse por intereses político-económicos; la institución matrimonial no era el cauce por donde podía fluir el verdadero amor. Esto explica la idealización del amor al margen de toda unión oficial, actitud no exclusiva de la Edad Media. En aquellas situaciones en las que el matrimonio tuvo una finalidad puramente utilitaria, la idealización de la relación amorosa comienza por sublimar la unión extramatrimonial o adúltera. El acto matrimonial, en lo que tiene de deleite, se creía llevaba asociado una cierta pecaminosidad, incluso dentro del matrimonio. Ante esta situación, la realidad matrimonial era considerada, si no pecaminosa en sí misma, sí, al menos, imperfecta en el orden de alcanzar la virtud.

Sin embargo, la mayoría de los trovadores no se manifiestan claramente sobre el estado civil de sus amadas. A menudo el lenguaje empleado en estos poemas parece ser una especie de clave que puede llevar a conclusiones erróneas. La mujer, recibe frecuentemente el tratamiento de domna; el término sugiere a una dama casada de elevada posición social pero el título puede ser simplemente honorífico y expresar el respeto que siente el poeta por la mujer, aunque sólo sea una doncella. El secreto, no obstante, de guardar y no develar el nombre de la amada es parte de la esencia del fin amor, en donde por supuesto influían las diferencias de estatus social que pudiese existir en la en la mayoría de los casos entre el poeta y la dama.
Esto no implica únicamente que el trovador encomiende su amor a una mujer casada, por el contrario de ser este el caso, no existía prueba alguna hasta consumarse el acto de alcanzar los deseos más sublimes y carnales, es decir, traspasando la línea de juramento de fidelidad del amor sin la obtención de algo a cambio.

El adulterio no implicaba de ningún modo la incompatibilidad y la realización entre el amor y el matrimonio, por lo que el amor podía ser adultero, pero también podía sobrevivir y florecer en el matrimonio como lo atestiguan cantidades de poemas y cuentos de la literatura medieval.

En cuanto al ámbito religioso, tanto para la religión cristiana como para la judía y musulmana, el adulterio es un pecado grave y merecedor de severo castigo desde años de penitencia, hasta la muerte. Desde sus inicios el cristianismo y las Iglesias medievales consideraron el adulterio como un pecado que podían cometer el hombre y la mujer, y que como tal acarreaba penitencias que nunca debían acabar en muerte. Partiendo de la tradición judía, el cristianismo terminará elaborando una nueva visión del matrimonio y, con él, del adulterio. Al convertirse en un sacramento, la ruptura de la fidelidad matrimonial era un comportamiento igual de censurable para el hombre y para la mujer, tal y como establecieron los padres de la Iglesia San Pablo y San Agustín1

Cuanto al castigo cristiano era en estos casos la penitencia, para el hombre o la mujer, la sociedad secular tendía a ignorar el adulterio masculino, pero condenaba a muerte o mutilación a la adúltera. La cuestión más importante no era si debía ser matada, sino quién tenía el derecho de matarla, el padre o el marido .

Sin embargo, en sus primeros tiempos se mantenía la idea de que era más grave, y por tanto merecedor de un castigo más severo, el adulterio de la mujer, considerado como un delito femenino porque es una ofensa a la honra del varón al que deben estar sometidas las mujeres

Desde el punto de vista de la legislación penal medieval se va a mantener el delito de adulterio en todos los códigos y textos legales; aunque, al margen de algunas concepciones generales comunes en toda la Europa cristiana, existe una gran variedad de matices, según épocas y lugares.
Según la tradición del Derecho Romano, que marcaba una notable desigualdad penal entre ambos cónyuges a favor del varón en caso de incurrir en una relación extraconyugal. En principio simplemente fue un delito de naturaleza privada, pero a partir de la lex Julia de adulteriis pasó a ser considerado público.
Por lo que, la ley Julia romana permitía que el marido matara al amante y que el padre de la esposa matara a ambos adúlteros si los hallaba juntos. Si el marido mataba a la mujer o el padre de ella mataba solamente a uno eran perseguidos pero las penas eran menores que si no se hubiera cometido un adulterio
Según el Derecho Castellano, el marido estaba facultado para matar a los adúlteros si así lo deseaba y para disponer de sus bienes como quisiera. Ahora bien, y como se recoge en el Fuero Real ( ca. 1252-1255), no podía vengar la afrenta sufrida con la vida de uno solo de los adúlteros y perdonar la del otro; o los dos o ninguno.
En la época de Augusto se castigaba al adulterio cometido por la mujer casada que mantuviera relaciones extramaritales y por el varón, (casado o no) que mantuviera relaciones con mujer ajena. En ambos casos se sanciona es el fraude y el engaño, respecto a la posible descendencia, que sufre el marido. En ningún caso el varón casado podía ser acusado por su mujer de cometer este delito por mantener relaciones extramaritales, aunque según cómo y con quién las tuviera podía incurrir en otros tipos delictivos. Por lo tanto, el tratamiento penal del adulterio en la legislación de Augusto no se aplicaba simétricamente a ambos sexos, mientras que en la esfera de lo civil la infidelidad del varón casado sí podía usarse como argumento para que una mujer obtuviera el divorcio.

Otro aspecto importante en cuanto a las penas impuestas por adulterio en la legislación de Augusto, la mujer adúltera perdía la mitad de su dote y un tercio de sus propiedades, quedando además relegada a la categoría de probosa, que la equiparaba a las prostitutas y le impedía volver casarse con hombre libre. Por su parte, el hombre acusado de adulterar con mujer casada perdía la mitad de sus bienes y era condenado además al exilio.

El Código Justiniano, hizo más difícil para el marido engañado poder matar a su mujer con impunidad legal. Según la Novelae 117, del año 542, el marido engañado debía dar tres avisos escritos a los adúlteros, cada uno delante de tres testigos fiables, y si después de tres avisos volvía a encontrarlos juntos, entonces podía matar al amante. A la mujer no la podía matar sin ser acusado de asesino aunque la hubiera acusado previamente de adulterio. Beaumanior y otros autores desarrollaron esta misma idea a lo largo de la Edad Media.

El derecho germano reconoció al marido el derecho de matar a ambos con total impunidad si los sorprendían juntos. Los visigodos asignaron el mismo derecho al marido, al padre y a los hermano de la adúltera.
Para la sociedad medieval los deslices de los (as) cónyuges representaban un carácter de gravedad al contribuir a la subversión y destrucción del orden social. En primer lugar, al poner en peligro el orden natural de la descendencia y la transmisión de la herencia familiar con la introducción de la bastardía, lo que ocasionaba la mayor afrenta a la cohesión del grupo parentelar.

En este sentido no era solo la iglesia la que desaprobó el adulterio y la fornicación, eran también los nobles, que quisieron estar seguros que cualquier niño de su mujer, era realmente suyo. Porque ir a la lucha y regresar luego de meses y ver a un recién nacido, era algo bastante delicado y comprometedor.

Una historia de la vida real del amor cortés implicó al rey Felipe IV de Francia (también conocido como "El rey de Mármol o el Rey de Hierro”), quién descubrió que sus dos hijas habrían engañado a sus maridos con algunos de sus caballeros del palacio real. Entonces enviaron sus hijas a los monasterios y los dos amantes fueron juzgados y condenados por el crimen de lesa majestad, siendo ejecutados en la plaza pública de Pontoise: despellejados vivos, sus genitales fueron cortados y tirados a los perros, finalmente decapitados y sus cuerpos arrastrados y luego colgados por las axilas a la horca. Las doncellas, jamás regresaron a casa. En realidad, había una actitud más clemente, especialmente en poblaciones rurales donde los jugueteos sexuales eran rutinarios. Los sacerdotes intentarían a menudo forzar a los pecadores a casarse, y todos serían perdonados. Si la unión era inadmisible, los castigos podrían implicar años de penitencia.
En segundo lugar, de estas relaciones extraconyugales de las mujeres nacían deshonras; eran un atentado al honor del marido y de la familia, a su buena fama pública, que exigía ser restituida con el recurso a la sangre, a la violencia, con lo cual se producía una alteración de la paz ciudadana.
Esta consideración social del delito condujo a que el empleo del término adulterio quedara reservado exclusivamente para la falta en las mujeres y se utilizara el de «amancebamiento» en los hombres; y a la postre supuso una mayor sanción penal para aquéllas.
El tema del adulterio, podría decirse que aparece, junto con la separación geográfica y la estratificación social, simplemente un «topos» más, que en ciertos poemas convierte a la dama en un ser inaccesible . La lírica de los trovadores nunca pretendió describir la realidad. De todos los géneros literarios, la lírica es, sin duda, el más subjetivo y menos anclado en la realidad cotidiana. La forma del poema es igual de importante que su contenido y a menudo éste refleja más el sentimiento que la experiencia real.

El autor de origen francés Chrétien de Troyes es uno de los pioneros en postular una relación adúltera entre Lanzarote y Ginebra, la reina de Arturo, en su Caballero de la carreta (1177), en el que el amor cortes se consuma en acto sexual, no sólo se infringen las leyes del fin amor, sino que se basa en una relación adúltera, en la que el caballero obedece todas las órdenes de su dama, incluso las que tienden a humillarle.

Las versiones de Lanzarote del siglo XIII y posteriores, tanto francesas como alemanas, convierten la historia de los amantes en una tragedia, igual que en el caso de Tristán e Isolda; su relación adúltera es un pecado.

Así, la leyenda de Tristán e Isolda, relato de origen celta, muy popular en los círculos cortesanos del siglo XII, es la historia de adulterio más perdurable de la literatura medieval y fue traducida a casi todas las lenguas europeas

La literatura muestra múltiples visiones de los temas, según quien escriba, y pocos son los testimonio literarios en los que es una mujer la que menciona el adulterio. Puede servirnos de ejemplo una composición en la que es una trovadora, la condesa Beatriz de Día, la que se dirige a su amante:

«Bello amigo, amable y bueno
¿Cuándo os tendré en mi poder?
Podría yacer a vuestro lado un atardecer
y podría daros un beso apasionado.
Sabed que tendría gran deseo
de teneros en el lugar del marido,
con la condición que me concedierais
hacer todo lo que quisiera»


El punto de vista sobre el adulterio que refleja este testimonio literario femenino es bien distinto al que podemos ver en autores masculinos. Para Beatriz el hecho del adulterio en sí queda relegado a un segundo plano que casi pasa desapercibido, ya que el deseo y la pasión amorosa sin sentimiento alguno de culpa parecen el eje central del poema. No aparece la mofa hacia el marido y tampoco hay ningún interés moralizador.

Sin embargo, algo puede deducirse de la visión que tiene esta mujer sobre el matrimonio. El amante ofrece sin duda la consumación de un deseo carnal que no despierta el marido, pero, sobre todo, los versos finales nos hablan a las claras de otro aspecto interesante de la relación adúltera desde el punto de vista de la mujer: frente a un marido impuesto ante el que hay que adoptar una posición de sumisión, el amante, elegido libremente, ofrece la posibilidad de mantener una relación de mayor libertad, una relación en la que la mujer pueda hacer todo lo que quisiera.


Ante lo expuesto hasta ahora respecto a la concepción del amor, de la fidelidad, del adulterio en parejas durante la edad media, es oportuno revisar la consideración actual que se tiene respecto a la perdurabilidad del amor, basada en las encuestas realizadas. ¿El Amor es eterno?, más de la mitad de la población entrevistada indicó con el 50,96% que NO, seguida por 36, 2% SI, no necesariamente un 9,67% y finalmente un 3,22% no lo sabe.

Otra de las interrogante ¿se puede amar a una persona sólo o a varias al mismo tiempo? Un 53,54% indica que NO, un 41,29% responde que SI, 3,87% no necesariamente y un 1,29% no sabe.

Generalmente, la concepción del amor eterno, es inculcada desde el carácter religioso, concebido el matrimonio como sagrado sacramento, en la que se reza textualmente al final de la litigia…hasta que la muerte los separe. En un principio el matrimonio era más un contrato legal entre parentela, con el fin de conservar y mantener el estatus social, en el caso de la nobleza y clases acomodadas; más que por el sentimiento del amor. Esta visión se ha transformado, existe mayor libertad de escogencia de la pareja. Considero que el sentimiento del amor si sea eterno, pero el sentimiento hacia una persona (pareja) es alterable y su perdurabilidad se obtiene en la medida en que se nutre, se construye, en el comprender y sentirse parte del otro, sin apartarse o perder la esencia propia.


CONCLUSION

En la época medieval, se concibe adulterio como un pecado grave merecedor de castigos, en ocasiones hasta llegar a ocasionar la muerte, en general la mujer era quien se consideraba más culpable por causar deshonra al marido, sin embargo, la dama adquiere mayor valor dentro del amor cortés.
En la actualidad, aún existe adulterio, infidelidad, nos podríamos preguntar si no se nos obliga a contraer nupcias con alguien que no se desea físicamente, ¿porqué perdura?, y considero que el hombre se ha apartado más de las reglas del amor cortés y da prioridad y satisface más al deseo carnal, muchas veces sin sentimiento alguno hacia la persona.

BIBLIOGRAFÍA

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