viernes, 4 de febrero de 2011

La Mujer en los tiempos de Dante: amor y pecados

La Mujer en los tiempos de Dante: amor y pecados


Introducción

El imaginario misógino popular de occidente define sus rasgos (que venían perfilándose desde edades más remotas, como en las sociedades patriarcales de Grecia y Roma de la Antigüedad) en los tiempos del medioevo, siendo los prelados católicos sus principales auspiciantes, en una sociedad de jerarquía vertical inquebrantable, anclada en la fe, y de estricto vasallaje.

En medio de esa sociedad estamental, el papel de la mujer es poco conocido y, quienes se aproximaron a la existencia de ellas, clérigos, nobles, y algún que otro letrado, lo hicieron, casi siempre, bajo los rigurosos prejuicios que las ceñían y castraban. Existen diversos estudios a textos y manuscritos de los siglos XII, XIII y XIV, encontrados en bibliotecas y abadías de Italia y Francia, de los que se pudiera extraer, tan solo, una sombra de la cotidianeidad femenina.

La intención de este ensayo es, entonces y en el marco descrito, a partir del fenómeno del trovadorismo desde La Vida Nueva de Dante Alighieri, descubrir a las féminas de la época: desde su rutina en el hogar, los códigos de amor y los pecados que se les adjudicaban.

Mujeres del medioevo:

El mundo feudal es un mundo masculino, y en medio de esa masculinidad se crean relaciones de vasallaje que van desde lo macro (relaciones de Estado y sus jerarquías), hasta lo micro (también se establecen jerarquías patriarcales dentro de cada núcleo familiar). Así, la mujer es relegada de todos los asuntos sociales (salvo en pocas excepciones) y es obligada a aislarse en el hogar para servir al hombre: ya sea su padre, su hermano o su esposo. Al mismo tiempo, se alimenta con la publicación de infinitos textos de origen monacal, que responden a intereses mercantiles, el imaginario misógino: “La naturaleza, pensaban, ha abierto un abismo entre dos especies distintas, la masculina y la femenina. La extensión de esta fractura atraviesa el frente de un implacable combate. Son las mujeres, socarronas, las que dan el salto, blandiendo las armas de los débiles”[1]

Los clérigos, antes hombres de familia y ahora castos por imposición, deben luchar contra todos sus instintos, así, el pecado se materializa con la mujer, y es a ella a quien deben temer y rehuir, pues es ella a quien se le otorga el pecado de la lujuria, que las enceguece, enloquece y obliga a realizar monstruosidades con tal y satisfacer sus llamados sexuales. En ese ejercicio, comienzan a circular textos clericales que describen sus pecados, desde el original, al haber sido Eva, una mujer, la culpable de la expulsión del hombre del Jardín del Edén, hasta sus diversos pactos con demonios con el único propósito de engañar y de dañar al hombre: “…En fin, ¡no forma parte de la naturaleza de la mujer favorecer el desenfreno y no sólo obtener placer del uso del sexo sino que beneficios?...”[2]

Rápidamete arraigada y hecha universal la idea de la mujer-monstruo a quien hay que controlar, surgen los Flabiaux, difundidos cantos populares de burla contra la mujer y, así como la segunda parte del Roman de la Rose, escrito por Jean de Meung, de contenido altamente misógino, se fundamente aún más, naturalizándose el concepto.

El Fin Amor:

“Y a la verdad que desde entonces enseñoreóse Amor de mi alma, que a él e unió incontinente, y comenzó a tener sobre mi tanto ascendiente y tal dominio, por la fuerza que le daría mi misma imaginación, que vime obligado a cumplir cuanto se le antojaba. Mándabame a menudo que procurase ver a aquella criatura angelical. Yo, pueril, aldábame a buscarla y la veía con aparecer tan digno y tan noble que ciertamente podíansele aplicar aquellas palabras del poeta Homero; <>”[3]

Aunque es un fenómeno diverso, el trovadorismo surge como protesta a los modos de vida de la aristocracia: era la costumbre que los hijos menores, una vez muerto el padre, sirvieran al primogénito quien heredaba todos los bienes del padre, para ello, los hijos menores no podían tener familia ni propiedades. Por ley destinados a la soledad y al vasallaje, estos hombres buscan la manera de canalizar sus deseos reprimidos. Surge así el código del Fin Amor, en que los trovadores trasladan la relación feudal de vasallaje –fidelidad, obediencia, ayuda ilimitada- a la mujer quien, a su vez, no devuelve nada a su amante: “servir a la mujer” es parte del lenguaje típico del fin amor con el que se galantea a la mujer. El código trovadoresco reafirma las ideas platónicas (de la mano con la fe católica) y las pone de manifiesto: el amante, al cumplir el código cree que se convierte en mejor persona. La dama es simbólica, o desmaterializada, el amor es espiritual.

Dante vivió entre los siglos XIII y XIV (1265- 1321), es el autor de la obra trovadoresca por excelencia: La Vida Nueva, que supone la finalización del dolce stil nuovo, poesía escrita en lengua vernácula de la Florencia de la época. La Vida Nueva supera la tradición provenzal, describiendo los sentimientos del poeta de manera sublime, idealizados y próximos al misticismo. La Obra gira en torno al amor que siente por Beatriz, a quien solo conoce de vista y llega a ver solo tres veces, sin embargo, estos encuentros son suficientes para desatar toda la intensidad de su amor, que para Dante, se resume en:

“… son la misma cosa el puro amor y el noble entendimiento. Como alma racional y entendimiento, sin uno nunca el otro vivir osa.

Hace Naturaleza, si amorosa, de Amor, señor, que tiene su aposento en el noble sentir, donde contento por breve o largo término reposa.

Como discreta dama, la Belleza se muestra, y tanto place a la mirada, que los nobles sentires son deseo:

por su virtud, si dura con viveza, la fuerza del amor es desvelada. Igual procede en damas galanteo.”[4]

Pasa, en el amor a Beatriz, a que ella misma sea Amor, como personificación de la alegoría, así, todo lo que ella mira, lo ennoblece. El propósito de Dante es dejar de convertirla en el objeto de su deseo para ser una mediadora que lo transforme en un hombre espiritualmente refinado. Beatriz puede comparársele, en el sistema del mundo teológico-metafísico, con la Virgen: Beatriz es belleza y es bondad.

Resulta muy curioso cómo surgen estas manifestaciones que combaten el ideario popular reinante ya descrito de la época.

Una voz se alza en medio del silencio: Christine de Pisan

“Así, querida hija, sobre ti entre todas las mujeres recae el privilegio de edificar y levantar la Ciudad de las Damas. Para llevar a cabo esta obra, como de una fuente clara, sacarás agua viva de nosotras tres. Te proveeremos de materiales más duros y resistentes que bloques de mármol macizos que esperan a estar sellados. Así alcanzará tu Ciudad una belleza sin par que perdurará eternamente.”[5]

Rompiendo los tabúes de la época, esta veneciana[6] de origen noble se convierte en la primera escritora feminista cuando toma por primera vez la palabra en nombre y defensa de todas las mujeres, cuestionando de las machistas etiquetas endilgadas afirmando que los conceptos existen en la medida en que se crean, pues son sociales y no intrínsicos de la naturaleza femenina.

Christine inicia la “Querelle des Femmes”, dinámica de defensa de la mujer en la que activamente participaron mujeres intelectuales, y que surge a raíz de su obra Cartas de la Querella del Roman de la Rose (1398-1402), donde Jean de Meung ataca dura e innecesariamente a las mujeres

“En `La ciudad de las damas, la autora recurre a tres figuras alegóricas que se le aparecen en su estudio, Razón, Derechura y Justicia -tres virtudes laicas frente a las teologales Fe, Esperanza y Caridad-, para rehabilitar a las mujeres construyendo una ciudad cuyos cimientos, piedras y acabados son los ejemplos de mujeres virtuosas y cuya argamasa es la tinta. Guerreras valerosas como Semíramis o Pentesilea, sabias como Circe o Safo, profetisas como las sibilas o la reina de Saba, amantísimas esposas como Artemisa o Agripina, mujeres beneficiosas para el mundo como Judith o las sabinas, mujeres castas como Sarah o Rebeca, santas como María Magdalena o Lucía, e incluso la Virgen María, conforman una historia de las mujeres y un alegato en su defensa.”[7]

Conclusión:

Dante Alighieri, hombre considerado como la cima intelectual de la Edad Media escapa, en apariencia solo de manera platónica, a las terribles concepciones de la feminidad de la época, brindando un aire conciliador que no necesariamente revierte los papeles sociales entre los sexos, pero sí, quizás (y lamentablemente solo en papel) reivindicando a la mujer a través del amor.

Bibliografía

Alighieri, Dante. La Vida Nueva. 1292-1293

Duby, Georges. Mujeres del siglo XII. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, Volumen III, 1998.

González Stephan, Beatriz. Cultura y Tercer Mundo: 2. nuevas identidades y ciudadanías. Caracas, Editorial Nueva Sociedad, colección Nubes y Tierra, 1996.

Salinero Cascante, María Jesús. “Le temps au feminin”. Aproximación a la vida cotidiana femenina a través de los textos medievales. Universidad de La Rioja

Fuentes electrónicas:

“Cristina de Pizán (1364-1430)”, por Justo Barranco, en: http://www.uv.es/~dones/temasinteres/historia/cristinadepizan.htm [29 de enero de 011]

“Christine De Pizan, (1364 - 1430)”, por Carolina González Perancho, en: http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/25 [28 de enero de 2011]

“The Remonstration of Nature, made to the erring alchemists, and complaining of the sophists and other false teachers. Set forth by John A. Mehung.” de autor anónimo en: http://www.levity.com/alchemy/de_meung.html [29 de enero de 2011]


[1] En consideraciones acerca del estudio de la mujer en el siglo XII, Duby, Georges. Mujeres del siglo XII. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, Volumen III, 1998, p.18

[2] Acerca del estudio del contenido del el Decretum, libro monacal de juicios populares, , Duby, Georges. Mujeres del siglo XII. Santiago de Chile, Editorial Andrés Bello, Volumen III, 1998, p.18

[3] Acerca de la primera visión que Dante tiene de Beatriz, La Vida Nueva. Dante Alighieri, 1292-1293, p.265

[4] La Vida Nueva. Dante Alighieri, 1292-1293, p.277

[5] de Pizán, Christine. La Ciudad de las Damas, 1405. Texto extraído de: “Christine De Pizan, (1364 - 1430)”, por Carolina González Perancho, en: http://www.escritorasypensadoras.com/fichatecnica.php/25 [28 de enero de 2011]

[6] Nació en Venecia en el año 1364

[7] “Cristina de Pizán (1364-1430)”, por Justo Barranco, en: http://www.uv.es/~dones/temasinteres/historia/cristinadepizan.htm [29 de enero de 011]

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