jueves, 25 de noviembre de 2010

VITA NUOVA XIII-XV

XIII
Después de esta visión y habiendo dicho las palabras que Amor me había impuesto decir, comenzaron muchos y variados pensamientos a combatir en mi y a tentarme, casi todos sin posibilidad de defensa: entre los cuales pensamientos, cuatro me parecen que más turbasen el descanso de la vida. Uno de ellos era: Buena es la señoría de Amor, pues aleja el entendimiento de su fiel de todas las cosas viles. Otro era éste: No es buena la señoría de Amor, porque cuanto más su fiel más fiel es, tanto más grave y dolorosos momentos le es necesario pasar. Otro era éste: El nombre de Amor es tan dulce de oír, que me parece imposible que su operación en la mayoría de las cosas no sea otra que dulce, porque es verdad que los nombres siguen a las cosas nombradas, como está escrito: Nomina sunt consequentia rerum(1) . El cuarto era éste: La dama por la que amor te obliga así, no es como las otras damas, que ligeramente cambie de corazón. Y cada uno me combatía con tanta fuerza que me hacían estar como aquel que no sabe por cuál vía seguir su camino, que quiere ir, y no sabe a donde está yendo. Y si se me ocurriera encontrar una vía común a todos, es decir un lugar donde todos se pusieran de acuerdo, esta posibilidad no me era permitida, es decir clamar y meterme en los brazos de la Piedad. Y demorado en este estado, me vino voluntad de escribir palabras en rima, y dije entonces este soneto:

TODOS MIS PENSAMIENTOS HABLAN DE AMOR,
y son tan variados,
que uno me hace querer su señoría,
otro afirma que su dominio es locura,
otro en su esperanza me trae dulzor,
otro me hace muchas veces llorar;
y solo se acuerdan en pedir piedad,
temblando del miedo que anida en el corazón.
Por donde no se cuál razón elija;
y quisiera decir y no sé qué decirme:
¡Tal me encuentro en amoroso extravío!.
Y si quiero ponerlos a todos de acuerdo,
me es necesario llamar a mi enemiga,
señora Piedad, para que me defienda.

Este soneto en cuatro partes puede dividirse: en la primera digo y propongo que todos mis pensamientos son de Amor; en la segunda digo que son varios y narro su diversidad; en la tercera digo en qué parecen todos acordarse; en la cuarta digo que queriendo hablar de Amor, no sé de qué lado decidirme; y si quisiera asumirlos todos, es necesario que llame a mi enemiga, señora la Piedad(2). Digo señora por forma desdeñosa de hablar. La segunda parte comienza aquí: Y son tan variados; la tercera aquí: Y sólo se acuerdan; la cuarta: Por donde no sé

XIV
Después de la batalla de los diversos pensamientos, ocurrió que este gentilísima vino a un lugar donde varias damas gentiles estaban reunidas; al cual lugar fui conducido por persona amiga, quien creía darme gran placer al llevarme allí donde tantas damas mostraban su belleza. Yo por mi parte, casi no sabiendo a donde era llevado, y fiándome de la persona, la cual un amigo suyo a la extremidad de la vida así lo había conducido, le dije: ¿Por qué hemos venido a estas damas? Y me dijo: Para hacer de manera que ellas sean bien servidas. Lo cierto fue que reunidas allí estaban en compañía de una gentil dama que se había desposado ese día; y de acuerdo a la costumbre de la dicha ciudad, convenía que le hicieran compañía cuando por primera vez se sentara a la mesa preparada en la casa de su nuevo esposo. Y así creyendo yo agradar a este amigo, le propuse ponernos ambos al servicio de las damas. Y al terminar mi proposición, me pareció sentir un extraño temor que comenzaba en mi pecho de lado izquierdo y se expandía de pronto por todas las partes de mi cuerpo. Digo que entonces apoyé mi persona disimuladamente en una pintura, que circundaba esta sala; y temiendo que algunos advirtieran mi temblor, alcé los ojos, y mirando a las damas, vi entre ellas a la gentilísima Beatriz. Entonces quedaron tan destruidos mis espíritus por la fuerza que Amor adquirió viéndose tan cerca de la gentilísima dama, que sólo quedaron con vida en mí los espíritus de la vista; y aún éstos fuera de sus instrumentos, porque Amor quería ocupar su nobilísimo lugar para ver a la admirable dama. Y ocurrió entonces que vine a ser otro que antes(3), mucho me dolía de estos espiritillos, que fuertemente se lamentaban y decían: Si éste no nos arrojase así fuera de nuestro sitio, podríamos estarnos a mirar la maravilla que esta dama es, así como lo están los otros de nuestros pares(4).. Digo que muchas de estas damas apercibiéndose de mi transfiguración, comenzaron a maravillarse, y razonando entre ellas se burlaban de mi con esta gentilísima: por donde el engañado amigo de buena fe me tomó de la mano y sacándome fuera de estas damas, me preguntó qué era lo que me pasaba. Entonces yo, reposado un tanto, y resurgidos mi muertos espíritus, y los expulsados regresados a sus posesiones, dije a este amigo estas palabras: "Puse los pies en aquella parte de la vida, más allá de la cual no se puede ir con pensamiento de retornar". Y separándome de él, me volví a la cámara de las lágrimas; en la que llorando y avergonzándome, me decía a mí mismo: "Si esta dama conociera mi condición, no creo que así se burlara de mi persona, antes creo que la consideraría con mucha piedad". Y estando en este llanto, me propuse decir palabras, en las que, hablando de ella, significara la razón de mi transfiguración, y dijera que yo bien se que ella no sabía, y que si hubiera sabido, la piedad hubiera llegado a ella; y me propuse decirlas, deseando que por ventura llegaran a sus oídos. Y dije entonces este soneto, que comienza: Con otras damas.

CON OTRAS DAMAS DE MI FIGURA OS SOLAZASTEIS,
y no pensaste, dama, de donde viene
que os aparezca con tan nueva figura,
cuando contemplo la beldad vuestra.
Si lo supieseis, no podría piedad
sostener en contra mía gran resistencia,
porque Amor, cuando tan cerca de vos me encuentra,
se vuelve audaz y con firmeza tal,
que golpea a mis medrosos espíritus,
y a uno mata, y al otro echa fuera,
y así sólo él queda para veros a vos:
por eso yo me mudo en figura de otro,
pero no tanto que no perciba bien entonces
el dolor de los atormentados arrojados fuera.

No divido este soneto en partes, pues la división no se hace sino para abrir el sentido de la cosa dividida; entonces, como es cosa que por su razonada razón está muy manifiesta, no hay necesidad de división. Verdad es sin embargo que entre las palabras en las que se manifiesta la razón de este soneto, se escriben dudosas palabras, como cuando digo que Amor mata a todos mis espíritus, y los visivos quedan con vida, salvo que fuera de sus instrumentos. Y esta duda es imposible de resolver a quien no fuera en grado semejante fiel de Amor; y a aquellos que lo son, les es manifiesto aquello que resolvería las dudosas palabras; por eso no me corresponde dilucidar tales dudas, porque tal divulgación mía sería inútil, o en verdad superflua.

XV
Después de mi transfiguración, me llego un fuerte pensamiento, que no se alejaba mucho de mí, pero me reprendía continuamente, y tenía este razonamiento conmigo: "Puesto que tú llegas a tan ridículo aspecto, cuando estás cerca de esta dama, ¿porqué entonces insistes en verla? Supongamos que ella te preguntara ¿qué habrías de responderle, suponiendo que tuvieras libres cada una de tus facultades de manera que pudieras responderle?". Y a éste respondía un otro humilde pensamiento que decía: "Si yo no perdiera mis facultades, y estuviera tan libre que pudiera responderle, le diría que, así que pienso en su admirable belleza, tanto luego me nace un deseo de verla que es de tanto poder, que mata y destruye en mi memoria todo lo que en su contra podría alzarse: y sin embargo los sufridos pasados afanes no me retraen de querer volver a verla". Por donde, movido de tales pensamientos, propúseme decir palabras en las que, excusándome ante ella de aquellas reprensiones, hablase también de lo que me ocurre estando cerca de ella; y dije este soneto, que comienza: Lo que me ocurre.

LO QUE ME OCURRE EN LA MENTE, MUERE,
cuando vengo a vos veros, bella alegría,
y cuando os estoy cerca, siento a Amor
que dice: "Huye, si perecer te contrista".
El color del corazón muestra el aspecto,
pues, desfalleciendo, donde puede se apoya(5) ;
y por el fervor del estremecimiento enorme
parece que las piedras claman(6): "Muera, muera".
Peca quien me viese así entonces
si al alma conturbada no conforta,
con sólo demostrar que de mi se duele,
por la piedad, que vuestra befa extingue,
que nace del aspecto muerto
de los ojos, que su propia muerte quieren.

Este soneto se divide en dos partes: en la primero digo la razón por la que no me retengo de ir junto a esta dama; en la segunda digo lo que me pasa por estar cerca de ella; y comienza esta parte allí: y cuando os estoy cerca. Y esta segunda se divide también en cinco, conforme a cinco diferentes narraciones: de las cuales en la primera digo lo que Amor, aconsejado de la razón, me dice cuando estoy cerca de él; en la segunda manifiesto el estado del corazón por el ejemplo de la vista; en la tercera digo como toda seguridad en mi se desvanece; en la cuarta digo que peca quien no muestra tenerme piedad, lo que me reconfortaría de alguna manera; en la última digo porqué otros debería tener piedad, y ello por el penoso aspecto que a mis ojos alcanza; el cual penoso aspecto está borrado, es decir no aparece a otros, por la burla de esta dama, que conduce a un símil sentimiento a aquellos que tal vez percibirían esta piedad. La segunda comienza aquí: el color del corazón; la tercera aquí: y por el fervor; la cuarta: peca quien me viese; la quinta: por la piedad.

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