jueves, 25 de noviembre de 2010

VITA NUOVA XL-XLII


XL
Después de esta tribulación, ocurrió entonces que mucha gente fuera a ver aquella imagen bendita que Jesucristo nos dejó como muestra de su bellísima figura, que ve mi dama en la gloria, y que algunos peregrinos pasaran por una calle que está en el medio de la ciudad donde nació, vivió y murió la gentilísima dama. Los cuales peregrinos iban, según me pareció, muy pensativos; por lo que, pensando en ellos, me dije. "Paréceme que estos peregrinos vienen de lejos y no creo que ni hayan oído hablar de esta dama, y que no saben nada; así sus pensamientos están en otra cosa diferente, que tal vez piensan en sus amigos lejanos que nosotros no conocemos". Después decía dentro de mi: "Sé que si fueran de un país cercano de alguna forma parecerían turbados al pasar en medio de la ciudad dolorosa". Después decía dentro de mi: "Si pudiera detenerlos un tiempo, les haría llorar también a ellos antes de que salieran de esta ciudad, porque les diría palabras que harían llorar a cualquiera que las oyese". Luego, habiendo ellos desaparecido de mi vista, me propuse hacer un soneto en el que manifestara lo que me había dicho dentro de mi; y para que más pareciera piadoso, me propuse decirlo como si a ellos hablara; y dije este soneto que comienza: ¡Ah! peregrinos que pensativos vais. Y digo "peregrinos" según el significado amplio del término; porque peregrino se puede entender de dos modos, amplio y estrecho; en sentido amplio, es peregrino cualquiera que está fuera de su patria; en modo restringido, por peregrino sólo se entiende del que va o vuelve de la casa de Santiago. Porque se ha de saber que se llaman apropiadamente de tres maneras los que van al servicio del Altísimo: se llaman palmeros los que van ultramar, allá de donde muchas veces traen la palma; llámanse peregrinos los que van a la casa de Galicia, porque la sepultura de Santiago, más que la de ningún otro apóstol, está alejada de su patria; llámanse romeros los que van a Roma, allí a donde iban estos que llamé peregrinos. A este soneto no lo divido, porque es manifiesto por su mismo argumento.

¡AH! PEREGRINOS QUE PENSATIVOS VAIS,
tal vez de cosas que no os son presentes,
venís vosotros de tan lejanas gentes,
como a la vista lo demostráis,
¿porqué no lloráis cuando pasáis
en medio de la ciudad doliente,
como personas que en nada
parecen entender la gravedad?
Si os quedáis por quererlo oír,
cierto el corazón de los suspiros me dice,
que lagrimando os marcharíais después.
La ciudad ha perdido a su beatífica(1);
y las palabras que de ella uno puede decir,
tienen la virtud de hacer llorar a otros.

XLI
Después enviaron a dos gentiles damas a rogarme que les mandara estas mis palabras rimadas; entonces, pensando yo en su nobleza, me propuse mandarles y hacerles una cosa nueva, que les mandara con ellas, a fin de que cumpliese más honorablemente sus ruegos. Y dije entonces un soneto que cuenta mi estado, y se los mandé acompañado del soneto precedente, y con otro que comienza: Venid a escuchar. El soneto que hice entonces comienza: Más allá de la esfera; el cual tiene en cinco partes:. En la primera digo a donde va mi pensamiento, nombrándolo por alguno de sus efectos. En la segunda digo porqué va allá arriba, es decir, quién así lo hace andar. En la tercera digo lo que vi, es decir, una dama honrada allá arriba; y entonces llámolo "espíritu peregrino" por el hecho de que espiritualmente va allá arriba, como el peregrino que está fuera de su patria, y allá se queda. En la cuarta digo de qué manera él la ve, es decir, en tal estado que yo no lo puedo entender, lo que equivale a decir que mi pensamiento sube a la cualidad de ella hasta tal grado que mi intelecto no lo puede entender; porque es el caso que nuestro intelecto está en relación con aquellas almas benditas como el débil ojo con el Sol; como dice el Filósofo en el segundo libro de la Metafísica. En la quinta digo que, sea que yo no puedo entender allá a donde mi pensamiento me lleva, es decir, a su admirable cualidad, al menos entiendo esto, es decir, que todo el tal pensamiento es acerca de mi dama, porque yo oigo frecuentemente su nombre en mi pensamiento: y al final de esta quinta parte digo caras damas mías, para dar a entender que son damas a las que yo hablo. La segunda parte comienza en: inteligencia nueva; la tercera en: Cuando llega junto; la cuarta allí: Veela tal; la quinta allí: Sólo yo se que habla. Se podría aún más sutilmente dividirlo, pero no es mi intención hacerlo.

MÁS ALLÁ DE LA ESFERA QUE MÁS VELOZ GIRA
pasa el suspiro que brota de mi corazón:
inteligencia nueva, que el Amor
llorando infunde en él, y hacia arriba lo tira.
Cuando llega junto allá donde desea,
ve una dama, que recibe honor,
y luce tanto, que por su esplendor
el peregrino espíritu la mira.
Veela tal, que cuando me lo refiere
no lo entiendo, tan sutil le habla
al corazón doliente, que lo hace hablar.
Sólo yo sé que habla de aquella gentil
pues recuerda a Beatriz frecuentemente,
tanto que yo lo entiendo bien, caras damas mías.

XLII
Después de este soneto, tuve una admirable visión, en la que vi cosas que hicieron que me propusiera no decir más de esta bendita hasta que yo pudiera más dignamente tratar de ella. Y para llegar a ello estudio cuanto puedo, así como ella lo sabe de verdad. De modo que si pluguiere a aquel por quien todas las cosas viven, que mi vida dure por algunos años, espero decir de ella lo que nunca fue dicho de ninguna (2). Y después quiera aquel que es sire de la cortesía, que mi alma puédase ir a ver la gloria de su dama. Es decir, de aquella bendita Beatriz, la cual gloriosamente contempla el rostro de aquel qui est per omnia saecula benedictus.(3)

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